Una turbadora fábula política y ética, como mil novecientos ochenta y cuatro y Un planeta feliz. Francia, en un futuro próximo. A las puertas de las elecciones presidenciales de dos mil veintidos. Los partidos tradicionales se han hundido en las encuestas y Mohammed Ben Abbes, atractivo líder de una nueva capacitación islamista moderada, derrota con el apoyo de los socialistas y de la derecha a la aspirante del Frente Nacional en la segunda vuelta. Francois, un maestro universitario aburrido de la docencia y de su vida sexual, que a sus cuarenta años se había resignado a una vida hastiada mas tranquila, ve de qué forma la veloz transformación que sucede a la llegada del nuevo presidente al ElíSeo altera la vida rutinaria de los franceses y le depara a él un inopinado futuro. Los judíos han emigrado a Israel, en las calles las mujeres han alterado las faldas por conjuntos de camisas largas y pantalones, y ciertos comercios han cerrado sus puertas o bien reorientado el negocio. Y la Sorbona es ahora una universidad islámica en la que los profesores conversos disfrutan de geniales sueldos y están en su derecho a la poligamia. Del mismo modo que Huysmans, el escritor del siglo XIX transformado al catolicismo al que consagró su tesis, Francois ponderará vocalizar las palabras que le van a abrir las puertas de la religión islámica y de una nueva vida: "No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta." Sumisión llegó a las librerías francesas exactamente el mismo día del trágico atentado contra Charlie Hebdo y Houellebecq, acusado de islamofobia o bien de dar alas a la extrema derecha, afirmó: "No tomo partido, no defiendo ningún régimen. Rechazo toda responsabilidad. He acelerado la historia, mas no puedo decir que sea una provocación, por el hecho de que no digo cosas que considere falsas solo para poner inquietos a el resto." Alén de la polémica, Sumisión es una novela de "política ficción" como mil novecientos ochenta y cuatro y Un planeta feliz?, una turbadora fábula política y ética, en la que cohabitan intuiciones poéticas, efectos cómicos y una melancolía fatalista