Talento, tecnología y tiempo: Los pilares de un progreso consciente para ELEGIR un FUTURO Tiempo de socialización y progreso técnico consciente La inteligencia operativa aparece hace millones de años en un espacio con­creto producto de la evolución biológica; su socialización a lo largo del tiempo hace surgir la conciencia y, nuevamente, la socialización de esta es lo que nos está convirtiendo en humanos. Sociabilidad, técnica, espacio, tiempo y conciencia conforman los conceptos activos que estructurarán nuestra evolución homí­nida desde el pasado hasta el futuro. A consecuencia del proceso de homi nización y humanización, el Homo sapiens, , es ya capaz de emprender y de sistematizar el proyecto de autoconocimiento que nos va a llevar a desentrañar nuestro origen biológico, social y técnico. Cuando procuramos leyes en la naturaleza humana y, por consiguiente, procuramos co­nocer como se ha producido la humanización, nos damos de bruces con una dialéc­tica inexorable comprobada a nivel científico que se repite agitadamente durante nuestra historia evolutiva. Formamos una parte de un bucle retroalimentado, con direccionalidad ascendiente cara la organización de dificultad social y técnica. Una vez se generalizan los descubrimientos técnicos, con su consecuente éxi­to social, se basa y edifica el progreso de la historia de la humanidad. Únicamente el carácter social del género Homo torna posible dicha activa histó­rica, que se acelera exponencialmente desde descubrimientos de la ciencia y de su siguiente socialización. Escasos son los géneros del reino animal capaces de socializar sus descubri­mientos, pocos de ellos disponen de la capacidad operativa y de la habilidad para hacerlo. Se trata de 2 propiedades que nos distinguen particularmente del resto organismos; ahí reside la substancialidad de nuestra humanidad. Lo humano se particulariza en la capacidad de ser por medio de conocer, asimismo en la posibilidad de conocer para poder meditar. Conocimiento y pensamiento se fusionan en la acción y dan sitio a la más completa de las tecnologías sociales: el humanismo tecnológico. Desde esta perspectiva, el conocimiento del futuro se encuentra a cargo de la capacidad de socialización de la tecnología, en el marco del desarrollo y de la organización solidaria de nuestro estirpe. Lo que nos espera como especie de futuro, si de verdad deseamos llegar a serlo, es ejercer el control, la administración y el desarrollo del progreso siendo consciente de nuestro sistema. El sistema humano se proyecta cara el futro a través de la genética, la biotec­nología, la fotónica, la nanotecnologia, la autoecologia y la biomedicina entre otras muchas disciplinas de conocimiento. Para un buen desarrollo científico compartido se debe articular un espacio racional en el marco de la lógica his­tórica donde se ponderen los vectores científicos y se los vincule a la sociedad de forma solidaria. La ciencia, y su aliada la tecnología, nos deben empujar cara el progreso crítico y siendo consciente de la especie. El desarrollo y el desarrollo de los primates humanos precedentes a la revolución científicotécnica tienen que dar paso a formas sociales de tecnología y a la toma de conciencia de especie para restructurar y humanizar la vía que nos conduzca en un futuro a la conservación biológica. Mas ello solo puede generarse si aumenta nuestra capacidad tecnológica, si podemos administrarla de una manera humana y aceptable; nuestra capacidad para digerir que la tecnología nos hace humanos puede terminar con el alegato idea­lista de una humanidad solamente pensante, no actuante. La aceleración tecnológica, su socialización por medio de nódulos espaciales en todos y cada uno de los continentes, conforman redes organizativas de campo planetario con el poder de establecer interactúes continuas que, si no se autoorganizan o bien si no se estructuran mecanismos autopoyéticos, pueden sobrecargar la red y hacer saltar el sistema. Los humanos somos una muestra del poder de organización de la materia merced a sus interacciones; la tecnología socializada es un mecanismo que ex­presa la capacidad de los organismos de evolucionar y, como consecuencia, de convertir el ambiente adaptándolo a las necesidades de desarrollo demográfi­co, cultural, tecnológico y social