El increíble desarrollo tecnológico del último siglo ha puesto en cuestión las bases sobre las que se ha asentado la cultura humana desde tiempos inmemoriales. Las herramientas, la maquinaria y la tecnocracia habían transformado usos y costumbres, mas no demandaban soberanía alguna sobre la cultura; no obstante, la tecnología actual va camino de parar de ser un instrumento para transformarse en el referente último de todo lo humano. A esa sociedad futura, tan amenazadora como próxima, Postman la llama "Tecnópolis". En Tecnópolis, el poder de la tecnología es absoluto, lo determina todo: la práctica médica, la burocracia, la política y la religión; más todavía, altera el sentido de las palabras, no se restringe a convertir los hábitos rutinarios sino impone una visión del planeta. Postman advierte del riesgo de esta intromisión que, además de esto, acostumbra a pasar inadvertida. Los ejemplos son estremecedores: el empleo de la estadística en la política, la cuantificación de algo tan incuantificable como la inteligencia o bien la entronización de las "ciencias sociales" como métodos infalibles para solucionar inconvenientes rigurosamente humanos. Postman no es un tecnófobo; sabe que el desarrollo tecnológico es ineludible y su pretensión no es negarlo sino más bien comprenderlo y supervisarlo. Son los valores humanos, las opiniones y la tradición los que deben dar sentido a una cultura, no su tecnología.La tecnología actual conduce a una cultura carente de valores y opiniones o bien sin otros que no sean los de la propia tecnología. Este proceso, que semeja irreversible, acostumbra a ser admitido acríticamente. Neil Postman, con erudición y sentido del humor, advierte del peligro que corre nuestra cultura si se deja arrastrar por los presuntos incuestionados de este nuevo Leviatán, al que llama "Tecnópolis"