Con esta tercera entrega concluye Abel Mentira sus Historias de Chueca, una trilogía en la que, entre mil risas por página y un resultado tan inopinado y concluyentes como fenomenal y melancólico, el simbólico distrito gay de la villa de Madrid se muestra tal y como es. O bien quizá tal y como ha sido, cuando menos para Alejandro, el insolente, fiero, lúcido y, de hecho, sensible narrador y protagonista de este hilarante y, al final, apasionante adiós a ese paraíso furioso y explosivo, si bien no siempre y en toda circunstancia de color rosa, y a su fauna enloquecida y bulliciosamente admirable, si bien no siempre y en toda circunstancia feliz.Enraizado en el intenso modelo valleinclanesco de los espéculos deformantes, el relato de Chueca que ahora remata Abel Mentira está repleto de personajes ridículos, mas inconfundibles; de sueños naturales o bien inducidos, de carcajadas y petardeo y músculos al peso con inesperadas punzadas en el corazón, de situaciones hilarantes que de repente hacen hueco a recuerdos dolorosos y emocionantes y al vértigo del futuro. La añoranza del Pasapoga convive con la evocación del primer beso y el primer amor; la necesidad de sentirse deseado y no sentirse solo alterna con las ganas de ser lo más sin interrupción. Vuelve, en un sostenido homenaje a la amistad, el abanico completo de las entregas precedentes Miguel, Felipe, el increíble pequeño Stephan, el enorme JuanGa, Matilde y su bombero porno, Celeste... y aparece Javí, un encanto itinerante del que se enamoraría cualquiera. Y vuelven, claro, en la lengua brillante y destrozona de Alejandro, toda la corte divino y todo el bestiario terrenal de cualquier chuequero que se precie.Perspicaz, atrevido, vibrante, desternillante, lleno de ingenio desalmado y de repentina calidez sentimental, en este refulgente adiós narrativo a Chueca, vuelve Abel Mentira a probar su inexorable talento para la impostura y su sorprendente apuesta por la lucidez y la emoción.Eduardo Mendicutti