Eurípides (c. cuatrocientos ochenta cuatrocientos seis a.C.) vivió en la temporada del mayor esplendor político y económico de la ciudad de Atenas, asistió a la construcción del Partenón y los más preciosos monumentos de la Acrópolis y compartió el orgullo de los ideales democráticos. Se han preservado dieciocho desgracias suyas, prácticamente todas pertenecientes a la plena madurez del autor, de las 92 que se le atribuyen, y conocemos el título de unas ochenta. Su obra se distingue de la de los 2 grandes dramaturgos que le antecedieron, Esquilo y Sófocles, por el tratamiento humano y realista del mito, por la insólita relevancia de la mujer y por el análisis de las pasiones más violentas. Este volumen incluye ciertas mejores desgracias de Eurípides. Implorantes y Heracles son desgracias de clase políticopatriótica, como lo era los Heraclidas del primer volumen dedicado a Eurípides. En la primera, representada cara cuatrocientos veintidos a.C., los tebanos impiden que se sepulte a los líderes argivos que han atacado la ciudad; las madres de estos, que forman el coro de implorantes, llegan a Eleusis y suplican a Etra, madre de TeSeo, rey de la ciudad de Atenas, quien recobra por la fuerza los cuerpos para enterrarlos: Eurípides festeja el valor marcial ateniense que resguarda los derechos de los indefensos en cualquier sitio. En Heracles, el protagonista venga la muerte de su suegro y salva la vida de sus 3 hijos, conminada por el asesino Lico. mas la diosa Hera le hace aloquecer y asesina a sus hijos, confundiéndolos con otros, y a su esposa; recuperada la cordura, Heracles trata de suicidarse por desesperación, mas TeSeo le persuade de que asista a Atenas para purificarse y le insta a superar el horror. Ión recrea el mito heleno sobre el antepasado de los helenos de Jonia, una historia de un nacimiento no deseado (del hijo del dios Apolo con Creusa), el abandono del recién nacido y la restauración y el reconocimiento siguientes, en un final feliz propio de la Comedia Nueva. Como en Ifigenia entre los tauros y Helena, la desgracia da acá un giro cara la intriga romántica. Con Las troyanas, representada en cuatrocientos quince a.C. tras la horrible matanza de la isla de Melos (donde los atenienses acuchillaron a los hombres y esclavizaron a las mujeres), Eurípides puso en escena el último día de la destrucción de Troya y el sufrimiento de las mujeres troyanas, que son el botín de los campeones. La desgracia pone de manifiesto los sufrimientos de los vencidos y la humillación ética que genera la guerra en los campeones. Electra reanuda, con modificaciones que separan el relato de su fuente mítica y le proporcionan una realidad humana, el tema de la desgracia homónima de Sófocles: Electra vive desdichada en Micenas, donde su madre, Clitemnestra, ha asesinado a su padre Agamenón, hasta el momento en que su hermano Orestes retorna para vengarse de la madre y su amante, matricidio justo mas espantoso en el que le asiste Electra. Finalmente, Ifigenia entre los tauros relata la etapa de la hermana de Electra como sacerdotisa de Artemis en el país de los tauros (Crimea), donde encabeza por fuerza sacrificios humanos ofrecidos por salvajes y evoca con añoranza su perdida patria. Los helenos llegan a la península y se comunica a Ifigenia que debe sacrificar a su hermano Orestes, mas los dos conseguirán huir con la imagen de la diosa. La obra se aproxima al drama y a la intriga romántica por el rapto y la salvación de la heroína, como por los escenarios exóticos. Introducción, traducción y notas de A. Medina González y J. A. López Férez. Revisada por L. A. de Cuenca y C. García Gual