Un hereje y un musulmán es de las mejores novelas históricas mexicanas de entorno colonial, por este motivo era imprescindible, y asimismo urgente, ponerla al alcance de los lectores a fin de que, tanto la crítica como el público, le diesen el sitio que le toca en nuestra literatura narrativa del siglo XIX. El título de la novela se refiere a 2 de los personajes primordiales, que son, uno, motivo o bien pretexto de la acción y, el otro, adjudicatario delincuente de ella. El hereje es un flamenco, el doctor Ernesto Gutherzig, cuyo apellido ("buen corazón") latinizado se transforma en Eucario. A los diecinueve años estuvo en Wittenberg, estudió teología con Lutero, de quien recibió asimismo sus primeras lecciones de música; fue amigo íntimo de Melanchton, y acató como maestros a los iniciadores de la Reforma, hasta llegar a lo que llamaba "la cima del desengaño". Abandonó entonces toda especulación teológica y se doctoró en Derecho Civil; mas, en vez de explotar su profesión en los tribunales, admitió una cátedra en la Universidad de Lovania. Ahí tuvo por acólito al joven Adriano, hijo de su viejo compañero de escuela Gotlieb van der Ulmen (cuyo nombre españolizado en la novela es Teófilo Dolmos) terrateniente establecido en la Nueva España. Al finalizar Adriano sus estudios invita al doctor Eucario a retornar con él, lo que este admite gustoso para salvarse del Duque de Alba y de la Inquisición que se iba a establecer en los Países Bajos. El musulmán es don Josef Alavez y Mudarra (Yusuf ben Alabed, descendiente de Mahoma). A su padre Zobeir Alavez ciertas catástrofes en las que perdió al resto de la familia lo forzaron a renunciar falsamente. Fue bautizado en Granada en compañía de su hijo, quien en esa urbe estudió leyes, se adiestró en las armas y se relacionó con gente primordial. El islamismo luchaba aún por posesiones en el planeta, y un buen día recibió Zobeir proposiciones para establecer en las costas de la Nueva España una colonia musulmana que una vez bien poblada y aprovechando el odio de los indios por los españoles y la ayuda de navíos comprados en Portugal podría apropiarse de la tierra y extender su religión. Zobeir, que estaba viejo, reservó el proyecto para su hijo. Los dos se trasladaron a la Nueva España en mil quinientos sesenta y cuatro y adquirieron, en la costa de Nautlan, terrenos que les recordaban las huertas de Valencia. Fallecido el padre, Alavez que había conseguido entrar en la Real Audiencia como Relator aumentó los terrenos adquiridos, mas debió diferir la ejecución del proyecto debido a distintas circunstancias, entre ellas la conjuración de los Ávila