

En el mes de noviembre de mil novecientos noventa y uno, el actor Klaus Kinski fue encontrado sin vida en su casa de California, cuando, según lo que parece, llevaba fallecido más de 24 horas
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En el mes de noviembre de mil novecientos noventa y uno, el actor Klaus Kinski fue encontrado sin vida en su casa de California, cuando, según lo que parece, llevaba fallecido más de 24 horas. Pocos pensaron que Kinski muriera verdaderamente "por causas naturales". De hecho, alguien que afirma de sí "soy como una bestia con uñas. Si no fuese actor, me habría transformado en asesino o bien mártir" no puede fallecer como todo el planeta. Estas memorias nos aclaran la razón profunda, prácticamente inaceptable, de su extraño comportamiento. Cara ya bastante tiempo que teníamos nueva de estas memorias suyas cuando por último, en la primavera de mil novecientos noventa y uno, pudimos leerlas. Verificamos con estupor que se trataba de una confesión atrevida y de forma escandalosa íntima, escrita sin miedo ni pudor, de un hombre exasperado, a la busca infatigable de un cariño que nunca supo lograr o bien preservar, y cuya ansiedad terminó resolviéndose siempre y en todo momento, a cada momento, en sexo a secas, sin rodeos, sin máscaras, en todas y cada una de las posibles facetas, hasta sus últimas consecuencias, desde las más triviales y casuales hasta las más violentas y sórdidas La obsesión de Kinski por el sexo solo es equiparable a la adicción del heroinómano. Vida y sexo no son sino más bien una y única cosa. Si no fuera por la descarnada sinceridad que exuda todo el libro, el lector podría meditar a priori tal es el averno que describe Kinski como propio de su vida que hay en él simple provocación y escándalo. Mas absolutamente nadie que lea esta confesión escalofriante, nada aduladora para el creador, puede ser llevado a engaño. El día de hoy, ya fallecido él a los sesenta y cinco años, se transforma, además de esto, en un valioso documento autobiográfico