La mayoría de las innovaciones curriculares en este país se desarrollan, pode­mos decir, como torbellinos de verano, que todo sacude y poco consolida. Alimentadas por necesidades sociales, intereses administrativos y, otras veces, por tendencias corporativas, se suce­den los periodos dedicados solamente al estudio de unos o bien otros elementos curriculares de forma que, pasada la alegría inicial, se marchan dejando a un lado sin que hayan tenido una influencia significativa en la realidad del sala. Obsesiones que acostumbran a dejar un poso de rebosante literatura, escasa investigación y, indudablemente, insignificantes manifestaciones y logros en la práctica educativa. En contraste a otras profesiones, donde la innovación y la investigación científica y tecno­lógica dan resultados que recomiendan cambios substanciales, lo que se traduce en exi­gencias de actualización inmediata de empre­sas y trabajadores, en el campo educativo, por contra, los avances son lentos y sinuosos. Vivimos, puesto que, una profesión con fuerza anclada en prácticas obsoletas y apenas maqui­llada por la aparente modernidad que exhiben muchos de los nuevos, mas en el fondo tradi­cionales, textos escolares. No se trata de culpar globalmente al profesorado o bien a las edito­riales de semejantes males, sino de poner de manifiesto determinadas faltas y logros en el proceso de capacitación inicial y permanente del profesorado (uno de los primordiales funda­mentos de cualquier cambio curricular), en la práctica de enseñanza que cada uno de ellos de noso­tros desarrolla en el sala y en los materiales y recursos educativos que empleamos, puesto que todo ello es preciso si se quiere valorar con realis­mo la actual situación de la enseñanza y contri­buir a que lleguen a asentarse y consolidarse algu­nas de las aportaciones valiosas de la innova­ción y la investigación educativa. Nos podemos preguntar, por servirnos de un ejemplo, ¿qué ha quedado de las estrategias y las actividades de clase desarrolladas al calor de las escuelas de verano y los movimientos de renovación peda­gógica?, ¿dónde se refugia el día de hoy la preocupación enseñante por usar enfoques metodológicos renovadores?, ¿se han asentado en la práctica educativa de la mayor parte de los centros de educación aspectos como la reunión de clase o bien las estrategias de investigación? Tras la preocupación activista, tornada en vehemen­cia constructivista en los noventa o bien en la exal­tación actual de las nuevas tecnologías, en una racteriza y, por otro lado por la enorme diversidad potencial de exactamente las mismas y asimismo por su posible distinción en todos y cada área curricular. En verdad, en un trabajo siguiente (Gimeno y Pérez Gómez mil novecientos noventa y dos), reafirma el interés de contar con un buen repertorio de actividades, mas estima que rea­lizar un listado de exactamente las mismas es algo poco menos que imposible, en tanto que arguye ello implica­ría intentar resumir la gran diversidad de la experiencia metodológica amontonada histórica­mente por todos y cada uno de los profesores