Amantes en el tiempo de la vileza Diego Doncel Doble historia, de amor y de crímenes, enlaza Diego Doncel (Malpartida, Cáceres, mil novecientos sesenta y cuatro) en Amantes en el tiempo de la vileza. Una conocida bailarina y un científico entablan una vehemente relación en los años del apogeo del nacionalsocialismo un poco antes de la enorme guerra. Ella tiene raíces judías y sus progenitores han sido atrozmente asesinados por motivos ideológicos. Él trabaja al servicio del Reich en investigaciones médico químicas de terroríficas consecuencias. Los dos se ven enmarañados en una complicada trama de espionaje y de prosecución de los servicios secretos. Sus vidas, que corren peligro mortal, hallan un ungüento en su sacrificado amorío. Tras la batalla, y superadas nuevas graves contrariedades, van a poder por fin cumplir su proyecto vital en común. Corona, puesto que, la peripecia un tiempo de totalidad que premia la fidelidad y la determinación y también implica un mensaje positivo. El leitmotiv de la novela, la lealtad como principio rector de las personas, se introduce en un relato de acción lleno de intrigas, expuestas a ritmo vibrante, y con abundantes cambios de escenario. La maldad nacionalsocialista añade un componente de demanda con la particularidad de abordar los motivos de quienes participaron en el horror antisemita por equivocado patriotismo y supieron corregir. Otra vertiente del libro lo acerca a la narrativa psicologista y aborda la venganza como motor del comportamiento humano. Con estos variados elementos,Doncel monta una narración entretenida, de lectura simple y que plantea interesantes inconvenientes individuales, colectivos y también históricos. Mas son demasiados los recursos que la hacen tributaria de la literatura de consumo (golpes de efecto, cierto grado de maniqueísmo, exotismo cosmopolita...). Su estructura es propia de un usual relato de género, pese a que su autor imaginario alardee de aportar una novedosa “instalación narrativa conceptual”, modalidad narrativa para mí misteriosa y que se reduce a la ingenuidad de agregar al libro ciertas ilustraciones. La sencillez del lenguaje, aquejado de ciertos tópicos, está en el tope de la pobreza funcional. En resumen, una buena y absorbente historia, si bien esté montada y resuelta con destreza, no es suficiente para hacer una buena novela