Los primeros poemas de Alfonsina tienen una lejana resonancia de los españoles Campoamor, Nuñez de Arce o bien Marquina. Su primer libro, La inquietud del rosal, de mil novecientos dieciseis, empieza a delinear los contornos de un rol de mujer al que contribuirá a aclarar como pocas mujeres de su temporada supieron hacerlo.Por aquel entonces, uno de los poemas de Alfonsina que comenzó a correr de boca en boca, difundido por las recitadoras, fue el que le garantizó la adhesión de las mujeres. Algo como el "Hombres necios, que acusáis...", de la mexicana Sor Juana Inés de la Cruz, al que recuerda por la invectiva contra las desaforadas y también injustas intenciones de virginidad. Se trata de "Tú me quieres alba, me quieres de espumas, me quieres de nácar", en el que no solo reconviene a los hombres por la dispar demanda que plantea, sino les apunta su libertad como algo que de lo que hay que regresar después de una etapa de purificación en que "las carnes les sean tornadas" y después de recobrar "el ánima que por las alcobas se quedó enmarañada". Solo de este modo, afirma Alfonsina, se va a poder pretender una virginidad primigenia.Ocre, uno de sus libros primordiales, se publica en mil novecientos veinticinco. Con este título Alfonsina abandona la oratoria rubendariana y en él hay verdaderos descubrimientos. Como otras veces, vuelve a identificarse con la muerte: "Yo soy la mujer triste /a quien Caronte ya mostró su remo", y no puede eludir la voluptuosa soberbia de aseverar, en exactamente el mismo poema, "Me salí de mi carne, disfruté el goce más alto /oponer una oración de basalto /al genio obscuro que nos desintegra" ("La palabra"). Con relación a su tema de siempre y en toda circunstancia, la lucha con el sexo masculino, hay algo nuevo: el reconocimiento de que contra el hombre no merece la pena pelear, pues la naturaleza ha repartido arbitrariamente los distintivos, la cota y el sexo, la guerra y la maternidad. No está acá, no obstante, el reconocimiento de que cota y guerra, y incluso el distintivo del sexo, son productos culturales. "Con mayúscula escribo tu nombre y te saludo, Hombre". Mas esta aceptación tiene su contradicción en los poemas "Epitafio para mi tumba" y "Dolor". En ellos quiere "ver que se adelanta, la garganta al aire /el hombre más bello; no querer querer...", mas asimismo advierte que "la mujer, que en el suelo dormida, /y en su epitafio ríe de la vida /como es mujer, grabó en su sepultura /una patraña aún: la de su hartura". En mil novecientos treinta y ocho, cuando misma elige los poemas para su antología, declara sentir alguna preferencia con el ámbito de su obra que comienza con Amarillento, y su busca estética allá iniciada la llevaría a la libertad expresiva de Planeta de 7 pozos, de mil novecientos treinta y cuatro. Al terminar su vida, un nuevo libro, Mascarilla y trébol, comienza una nueva forma de concebir la poesía. Los poemas dedicados a la naturaleza son allá sobrios y descarnados, con imágenes más bien identificadas con una oratoria descarnada y definitiva."La personalidad literaria de Alfonsina Storni tiene, aún, ciertos aspectos que no han sido investigados. Sus trabajos periodísticos, aunque carecen del valor literario que misma, perspicazmente, adjudicó a los que incluyó en su Antología, sirven para proseguirse el indicio de un pensamiento que fue, para su temporada, de avanzada