Conjunto vacío, primera novela de Verónica Gerber Bicecci, es una historia construida con una dura y también infinita belleza; un relato en el que la escritura va de la saturación al vacío, y en el que la prosa experimenta un viaje que una parte de la normalidad y se mueve cara la extrañeza. Estamos frente a un libro formidablemente original en su forma de contar, en el que se emplean tanto recursos narrativos (parágrafos poco a poco más cortos, episodios poco a poco más sintéticos) como linguísticos (escrituras ininteligibles, disgrafías, lenguajes infantiles, idiomas inventados) o bien gráficos (los diagramas de Venn que se usan en la teoría de conjuntos) con la intención de llenar una historia que conquista al lector desde la primera línea. Conjunto vacío cuenta la desaparición de la madre del personaje primordial, y su historia reconstruye la generación de hijos del exilio, la relación entre imagen y palabra, el desdoblamiento y el juego de espéculos que genera el silencio y lo "no dicho". Reconocida por críticos y escritores como la mejor novela publicada en México el año pasado, Conjunto vacío es un texto que no debe pasar inadvertido para los buenos lectores de la península Ibérica. Mi expediente cariñoso es una compilación de principios. Un paisaje claramente inconcluso que se extiende entre excavaciones anegadas, cimientos al aire libre y estructuras en ruina; una necrópolis interior que ha estado en obra negra desde el instante en que recuerdo. En el momento en que te transformas en coleccionista de comienzos asimismo puedes confirmar, con precisión prácticamente científica, la poca variabilidad que tienen los finales. Estoy condenada, particularmente, a la renuncia. Si bien, realmente, no hay mucha diferencia, todas y cada una de las historias acaban bastante similar. Los conjuntos se intersectan aproximadamente igual y lo único que cambia es el punto de vista desde el que te toca ver: la renuncia es voluntaria, el acuerdo es la menos común de las opciones, y el abandono es una imposición