Cristo en su Santuario Elena G. de WhiteAl Referirse a lo que había de ser efectuado por la incipiente Iglesia Adventista del Séptimo Día ya antes de la venida del Señor, Elena de White escribió en 1883:“La psique de los fieles había de ser dirigida al Santuario celes­tial, donde Cristo ha entrado para hacer expiación por su pueblo”.— Mensajes Escogidos 1:77.En un periodo de crisis, en mil novecientos seis, cuando fueron puestas en lona de juicio ciertas enseñanzas básicas de los adventistas, escribió:“La adecuada entendimiento del ministerio en el Santuario divino es el fundamento de nuestra fe”.—El Evangelismo, 165.El fin de los dos mil trescientos díasEntre las premoniciones que formaban el fundamento del despertar adventista de la década de mil ochocientos treinta y principios de mil ochocientos cuarenta estaba la de (Daniel 8:14): “Hasta 2 mil trescientas tardes y mañanas; entonces el santuario va a ser purificado”. Elena de White, que pasó por la expe­riencia de esos años, explica cuál fue la aplicación que se le dio a esta profecía:“En común con el resto del planeta cristiano, los adventistas creían entonces que la Tierra, o bien alguna parte de ella, era el Santuario. Comprendían que la purificación del Santuario era la purificación de la Tierra por medio del fuego del último gran día, y que ello se comprobaría en la segunda venida. Por eso concluyeran que Cristo volvería a la Tierra en 1844”.—Seguridad y Paz en el Enfrentamiento de los Siglos, 461.Este periodo profético acabó el veintidos de octubre de mil ochocientos cuarenta y cuatro. La decepción de los que aguardaban localizar a su Señor en ese día fue muy grande. Hiram Edson, un ágil estudioso de las Sagradas Escrituras que vivía en el Estado de la ciudad de Nueva York, describe lo que ocurrió con el conjunto de fieles del que formaba parte:“Nuestras esperanzas iban en incremento mientras que aguardábamos la llegada de nuestro Señor, hasta el momento en que el reloj marcó las 12 a media­noche. El día había pasado, y nuestro chasco llegó a ser una certidumbre. Nuestras más caras esperanzas y esperanzas fueron barridas, y nos sobrevino un deSeo de sollozar como jamás ya antes habíamos experi­mentado. La pérdida de todos y cada uno de los amigos terrenales no se hubiese equiparado con lo que sentimos entonces. Lloramos y lloramos hasta el momento en que el día amaneció…“Me afirmaba a mí mismo: ‘Mi experiencia adventista ha sido la más refulgente de mi vida cristiana… ¿Ha fallado la Sagrada Escritura? ¿No hay Dios, ni cielo, ni urbe de oro, ni paraíso? ¿Es todo solamente que una fábula taimadamente inventada? ¿No hay realidad tras nuestras más caras esperanzas y esperanzas?… ‘“Comencé a sentir que podría haber luz y ayuda para nosotros en nuestro dolor. Afirmé a ciertos hermanos: ‘Vayamos al granero’. Entramos en este, cerramos las puertas y nos arrodillamos delante del Señor. Rezamos fervorosamente por el hecho de que sentíamos nuestra necesidad. Proseguimos en ferviente oración hasta el momento en que recibimos del Espíritu la certidumbre de que nuestras oraciones habían sido admitidas y de que se nos daría luz; la razón de nuestro chasco sería explicada de forma clara y satisfactoria.Lenguaje: De España