Alegatos de lo fantástico – Antonio García Montalván Esteban de Arteaga y los fundamentos de la ficción historicista romántica Menudo, barajando la actividad enseñante con la labor estudiosa, me cuestiono si es la segunda la que brota al socaire de la primera o bien si, más bien, acostumbran a entrelazarse paralelamente, hasta conseguir su definitiva autonomía las sólidas apetencias personales de investigación. En verdad, si nos referimos, más concretamente, al dominio de la música —como es el caso—, las polarizaciones entre la docencia y la investigación se dificultan y entrelazan, de forma creciente, con otras vertientes operativas, no menos esenciales, como son, por su parte, la composición y la interpretación. En verdad, al contestar de forma positiva a la convidación de prologar el presente libro, la consciencia de ese abanico de opciones —entre teoría, práctica y también historia, referidas al campo musical— me ha conducido a la rememoración de unos ciertos sucesos, dilatados en el tiempo. Se trata de hechos que arropan y explican, de alguna forma, la creciente y sostenida proliferación de investigaciones que, exactamente en el dominio de la música, ha podido comprobarse con sorpresa —entre nosotros— a lo largo de estas últimas décadas, a caballo de los dos siglos. Entre esa cosecha de publicaciones, fruto obligado de investigaciones anteriores, cabe encuadrar como es lógico la presente edición, que, con plena satisfacción, ahora me ocupa. Sin ningún género de dudas, el maestro Antonio García Montalbán puede ser propuesto como paradigmático ejemplo de ese comentado esmero paralelo, ejercitado a lo largo de años, entre la docencia y la investigación, justamente en una coyuntura histórica en la que los estudios musicales, merced a las revisiones normativas de sus regulaciones ministeriales, pueden acercarse, de forma decidida, si bien no sin determinada dificultad, al contexto universitario de España. Fue justamente en esa diacronía de colaboraciones y convenios, entre Conservatorios Superiores y Universidades, cuando, ya hace más de 2 décadas, tuvimos la ocasión de relacionarnos en esa labor conjunta de permitir que los músicos, tras su concreta titulación superior, pudiesen acceder, además de esto, a los estudios de Tercer Grado, de forma reglada, desarrollando su Tesis Doctoral en el contexto de un programa universitario. Hete ahí, puesto que, resumida una aventura, permitida tanto por la flexibilidad institucional —que apuntaba prioritariamente a facilitar dichos objetivos, merced a imaginativas estrategias conjuntas, legalizadas por medio de pactos y convenios— como por la espontánea esplendidez de quienes, personal y/o de forma colectiva, la hicieron primero viable, con su entusiasmo, y después posible, con sus sacrificios y perseverancia