

Hacía más de 2 horas que se habían internado en los bosques sombríos de las ciénagas de Voltemand
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Hacía más de 2 horas que se habían internado en los bosques sombríos de las ciénagas de Voltemand. Los camiones exudaban fango pestilente y el rugido de los motores retumbaba en las malsanas frondas que los cubrían. Fue entonces que el coronel Ortiz vio a la muerte. Iba vestida de colorado y estaba entre los árboles, a la derecha de la pista, inmóvil y al descubierto, observando a la columna de Basilisk. La ausencia total de movimiento fue lo que dejó helado a Ortiz. Doblaba prácticamente en estatura a un hombre y resultaba espantosa con su armadura colorado sangre oxidada rematada por una curva cornamenta de bronce. La cara era la belleza cincelada de la muerte. Diablo. Guerrero del caos. Devorador de mundos. En el futuro de pesadilla de Warhammer cuarenta, la humanidad se halla al filo de la extinción. La Guardía Imperial es la primera línea de defensa de la humanidad en frente de los ataques de un oponente inexorable. Para los Primeros de Tanith y su intrépido comandante, el comisario Ibram Gaunt, se trata de una guerra en la que han de estar prestos a dar no solo sus vidas, sino más bien asimismo sus ánimas