Exaltad a Jesús Elena G. De White ¿Dónde podríamos localizar un cuadro más alucinante y gráfico del carácter de Dios como se ve en Jesucristo, que el pintado por Elena de White? Su pluma inspirada, sumergida de manera continua en la fuente inescrutable del amor de Dios, retrata la bondad, la afabilidad y el interés que la familia del cielo tiene en nosotros. Al leer estas descripciones, nuestros corazones no pueden hacer otra cosa sino más bien reaccionar con entusiasmo frente al amor que Dios tiene para nosotros. Nos sentimos inspirados a hacernos eco del mensaje tan a menudo expresado por Elena de White: “Exaltemos a Jesús, el Hombre del Martirio. Exaltémosle en oración, exaltémosle en cánticos”. “Exaltemos a Jesús, el Hombre del Martirio, poco a poco más alto, y que nuestro mensaje sea: ‘He acá el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo’”. —Manuscrito veintisiete, 1891; Carta ciento setenta y cuatro, mil ochocientos noventa y seis. La autora nos afirma en estasque “es imposible que las psiques finitas puedan querer con justicia el amor de Dios cara sus criaturas caídas… Cristo habría de ser el tema de nuestros pensamientos, el objeto de nuestros cariños más tiernos. Deberíamos dejar que nuestra psique se explaye en las bellas peculiaridades de nuestro Señor; deberíamos contemplar las ricas promesas de su Palabra; deberíamos pensar sobre las glorias del cielo”. —The Signs of the Times, ocho de diciembre de mil ochocientos noventa. Jesús nació en un pesebre a fin de que pudiésemos nacer a la vida eterna. Se hizo una parte de la familia humana a fin de que llegásemos a formar parte de la familia divino. Vivió en la mitad del polvo y la pobreza a fin de que pudiésemos vivir en la mitad de riquezas inenarrables. Pasó largas noches en oración a fin de que pudiésemos pasar las edades eternas en la presencia de Dios. Nuestro bello Salvador se fatigó recorriendo los caminos areniscos de la vieja Palestina a fin de que pudiésemos pasear con pies incansables las calles de oro de la Nueva Jerusalén. Admitió por nosotros la corona de espinas con la intención de poner sobre nuestras cabezas las coronas de victoria. Murió la muerte que a nosotros nos correspondía a fin de que en sitio de ella pudiésemos vivir eternamente la vida que es suya. Este nuevo volumen que publicamos es el decimoquinto devocional compilado de los escritos de Elena G. de White. Es un libro sobre Jesucristo. Lo exalta como nuestro divino Salvador y Salvador, la fuente de todas y cada una nuestras bendiciones, y nuestra única Esperanza. Que exalte a Cristo tan ciertamente que cada lector aprenda a pasear con él más de cerca y a tener a diario una experiencia más enriquecedora, es la ferviente oración de Los Fideicomisarios de la Empresa Editorial Elena G. de White