El nacionalsocialismo postuló que todos los que no fuesen arios no eran humanos y serían tratados como animales. Si era ético probar con perros, gatos y ratones, ¿qué inconveniente habría en hacerlo con judíos, polacos, gitanos o bien homosexuales? La contestación está en los campos de concentración nazis, donde cientos y cientos de fieles guardianas, con la sangre "limpia", se transformaron en las torturadoras y asesinas más malévolas de la Segunda Guerra Mundial. No son tan conocidas como Hitler, Himmler, Goebbels o bien Mengele, mas la historia más siniestra de la humanidad tiene su hueco para estas genuinas harpías, las caras inhumanas que tantas víctimas dejaron tras de sí, como el caso de Hermine Braunsteiner, La Potranca de Majdanek, que gozaba dando coces en el estómago de sus confinadas; Irma Grese, El Ángel de Auschwitz, cuyo pasatiempo preferido era echar a las presas a sus perros a fin de que las devoraran; o bien Ilse Koch, La Zorra de Buchenwald, que ordenaba extraer la piel tatuada de los presos para fabricar lámparas de decoración. En esta pormenorizada y estricta obra la autora recoge la biografía de un total de diecinueve mujeres que participaron activamente en la maquinaria bélica del nacionalsocialismo y que cedieron frente al poder, la sangre y la muerte. ¿Tuvieron otra salida? Sí. Sin embargo, optaron por tomar las bridas, acatar órdenes y aderezar sus actuaciones con fuertes dosis de humillación, maltrato y sadismo. Estas "mujeres" no son las únicas que formaron una parte del Tercer Reich y lo apoyaron en todas y cada una de sus ideas. Son considerablemente más, mas su conducta sobresalió sobre el resto. Merced a este libro, el recuerdo y la memoria de todos van a hacer que probablemente nada de esto vuelva a repetirse. O bien quizá sí