Val. Meyrargues, Francia Los dormitorios de Cris y de Álvaro estaban bastante apartados del nuestro y estaba segura de que mi padre lo había hecho a propósito a fin de que Hans y Álvaro continuaran lo más lejos posible el uno del otro. Los dos se ignoraban por completo, mas había días que la tensión se podía recortar con un cuchillo. Émile. DignélesBains, Francia. mil novecientos uno ¡Qué suerte había tenido, percibir una herencia y que al final fuera más una carga que una bendición! No obstante, debía reconocer que los perfumes que hacía eran buenos, buenísimos. En verdad era lo más exquisito que había olido jamás. Y esas tierras de lavanda, eran un sueño. Era evidente que si lo vendía, Irina no me lo excusaría nunca, por el hecho de que era obvio que todo cuanto me rodeaba era su vida, las esencias, la lavanda, lo eran todo para ella; y que no me perdonara, por alguna razón que no conseguía comprender, no podría aguantarlo. Antonie. Libejovice, Checoslovaquia, mil novecientos cincuenta y cinco Ese día empecé a gozar de mi vida por vez primera desde el momento en que tenía empleo de razón. Mi vida había sido siempre y en todo momento tan hastiada, cuidando de mi madre, estudiando (mi padre insistía en que estudiase de todo, aun matemáticas), leyendo libros y cocinando. Ahora al fin tenía una razón para levantarme ilusionada día a día, aun cada noche. La abuela de Val Ahora sabía lo pasmosa que era mi nueva nieta; incluso siendo hija de un solo gato, tenía una habilidad de la que nunca había oído charlar, era una Désireuse. Por este motivo, no comprendía la solicitud tan extraña que nos había hecho Eugene, no deseaba que ninguna de las 2, madre y también hija, supiesen la verdad sobre nosotros. Estaba conforme con que Carla viviese en la ignorancia ( no era una de nosotros), mas para mí no tenía ningún sentido que quisiese sostener al lado a su hija