Oryx Y Crake Margaret AtwoodYa hemos hablado acá alguna vez del creciente interés que la ciencia ficción (o bien ficción especulativa, por utilizar un término más extenso) despierta en autores consagrados en otros géneros: Jamás me abandones de Kazuo Ishiguro, La carretera de Cormac McCarthy, en España Lágrimas en la lluvia de Rosa Montero... Y asimismo Margaret Atwood, que se integra en el subgénero postapocalíptico con esta novela, Oryx y Crake, y sus secuelas (una publicada y otra en camino).El comienzo de la novela ubica al lector en un escenario reconocible: un personaje conocido como "Hombre de las Nieves" recorre un planeta en ruinas, sucio, solitario y hambriento. Algo ha sucedido (aún no sabemos qué) que ha provocado la práctica desaparición de la especie humana, reemplazada por una nueva especie famosa como crakers, y ha reducido la civilización a ruinas y a polvo.Además, pronto descubrimos que en este planeta habitan criaturas híbridas, como los cerdones, los mofaches o bien los loberros (mis enhorabuenas al traductor, Juanjo Estrella, por su adaptación de estos y otros muchos neologismos que aparecen en la novela).Luego, mediante flashbacks, asistimos a la vida del Hombre de las Nieves (nombre real: Jimmy) desde la adolescencia hasta la edad adulta, y su relación con su excelente amigo Crake (nombre real: Glenn). De esta forma, el lector se esmera por procurar adivinar de qué forma se ha podido pasar desde A el planeta, ya decadente, en que vive y trabaja el joven Jimmy a B el planeta postapocalíptico en que vive Hombre de las Nieves. La contestación solo se va a conocer en los últimos episodios, en que Hombre de las Nieves vuelve al sitio en el que se comenzó todo: el laboratorio conocido como Paraíso en un complejo científicoempresarial de bioingeniería. El nombre de Paraíso no es casual: muchos elementos en esta novela, como en Mecanoscrito del segundo origen de Pedrolo, tienen una clara filiación bíblica.Margaret Atwood semeja partir de un principio semejante al de John Brunner en El rebaño ciego (si bien Atwood es menos gráfica en sus es): el desarrollismo científico, si no se equilibra con ecologismo y humanismo, nos llevará al desastre. En verdad, la sociedad que presenta Atwood justo antes de la catástrofe se identifica por la segregación social (los ricos en complejos protegidos, los pobres en "plebillas", suburbios repulsivos y contaminados), el cambio climático (que ha sumergido una parte esencial de la costa Este de EE.UU.) y el control de grandes empresas químicas, farmacéuticas o bien biogenéticas dedicadas a la manipulación genética de plantas, animales e inclusive humanos.El riesgo que le veo a esto es que se meta todo en un mismo saco (en una misma caja de Pandora): la investigación genética, el desarrollo de nuevos medicamentos, internet (que en la novela es vehículo de pornografía infantil y violencia extrema), la globalización, el cultivo de órganos humanos en animales para trasplantes, la creación de pollos sin plumas ni cabeza a fin de que sean más simples de procesar, la polución, la hipertecnificación de la sociedad... En resumen, que la prudencia y la precisa vigilancia a los avances técnicos, especialmente cuando están supeditados a los intereses empresariales, semeja convertirse en ocasiones en un cierto ludismo o bien conservadurismo extendido. De este modo, el espíritu crítico de Atwood, su sátira de la sociedad moderna, se impone en este sentido a la creación de personajes profundos o bien simpáticos; sorprende especialmente la parquedad y superficialidad de los personajes femeninos, Oryx incluida.Pero al lado de estas consideraciones, Oryx y Crake es buena novela en su subgénero, con elementos de aventura, romance y thriller, si bien sin la densidad ni la capacidad sugestiva de La carretera, en mi entender. Una lectura más entretenida que rompedora, si bien desde entonces muy eficaz