Reflexiones sobre arte actual – Sonia Ríos Moyano Pocos conceptos han sido tan intensa y vehementemente debatidos, dentro y fuera del Arte y su planeta, como los de ‘modernidad’ y ‘vanguardia’. El ‘ser’ moderno, el ‘estar’ en vanguardia o bien ‘sintonizar’ con la modernidad ha hecho correr ríos de tinta en torno a las reacciones, actitudes o bien ‘compromisos’ que rigen o bien ‘deben’ regir los comportamientos, pautas y líneas de actuación de quienes, desde siempre y en todo momento, desean proseguirse mirando cara delante sin perder jamás la vista de lo que se deja atrás. En caso contrario, la conquista de lo verdaderamente ‘moderno’ habría sido una compañía más ingenuamente absurda que verdaderamente viable. No puede olvidarse de qué forma, desde el nacimiento mismo del arte moderno, el reto y cuestionamiento de los sistemas representativos tradicionales de sus dogmas y estrategias de control, fiscalización y supervisión, en definitiva, formaron bazas definitivas para sentar los cimientos de ese avance irrefrenable. Conseguido su objetivo, el artista estudioso, inquieto, rebelde, subjetivo, lograba, al fin, sublevarse y sacudirse de la paradójica sumisión a los modi operandi postulados por aquellos otros compañeros suyos, ‘pontífices’ de lo políticamente adecuado y del bel composto, desde la ‘suprema’ magistratura de las dictaduras academicistas. El revulsivo y, al final, la ‘agresión’ proferida al estado de cosas del Arte, gracias a las conquistas de los movimientos contemporáneos, se revelaría sumamente sugestivo en el momento de preconizar, en primer lugar, la convulsión de los esquemas ideales, estéticos y perceptivos actuales a lo largo de siglos y, al final, el diálogo y la reconciliación entre la razón de ser del Arte, el inconformismo que lo anima y el discute de fondo que proporciona un aroma de manera permanente fresco a los posicionamientos de vanguardia y su proyección ‘militante’. Al lado de ‘modernidad’ y ‘vanguardia’, otro ‘problema’ del arte de las últimas décadas gravita en torno a su ‘actualidad’. Efectivamente, tampoco resulta simple acotar, a primer golpe de vista lo que significa, lo que representa, lo que pretende, lo que en suma es o bien lo que se supone que ha de ser ‘actual’. En este sentido, no nos conformamos con un mero registro cronológico que ‘etiquete’ como tal las aportaciones creativas de ¿cuánto? ¿de 5, diez, quizás de 15 o bien veinte años a esta parte? Es verdad que semejante criterio puede contribuir – y en verdad contribuye a aclarar el instante, las circunstancias, los intereses y las inquietudes experimentadas por el arte y los artistas en el instante más reciente de la Historia; ese instante que no es sino más bien exactamente el mismo que nos pertenece a nosotros mismos como espectadores, usuarios, usuarios o bien aun agentes catalizadores, participantes y/o participativos de esas formas de ver, comprender y trasmitir el arte. Tampoco es menos cierto que la noción de ‘arte actual’ es justa y precisa en términos historiográficos, metodológicos y ideales en el momento de procurar aclarar la tremenda dificultad interna que implica el estudio y la investigación del arte del siglo veinte y lo discurrido del XXI, tan lejano y tan próximo del nacimiento de las vanguardias como pudiese estarlo en su instante el Renacimiento de la Antigüedad tradicional