Shimriti. De la ignorancia a la sabiduría Jorge Bucay Este no es un libro más de Bucay. Tampoco el primordial. Shimriti, de la Ignorancia a la Sabiduría está presente en todos y cada libro suyo precedente y va a estar, quizás, en aquellos que escriba en el Futuro. “Poca gente sintoniza con un buscador de sabiduría, por el hecho de que este es siempre y en todo momento impredecible, no permite que confíes en él; tal vez no satisfaga ninguna de tus esperanzas; mas tras ofenderte, de defraudarte, de intranquilizarte y de herirte... poquito a poco, te va a despertar a la experiencia de la libertad”. Puede resultar molesto, mas no hay otra forma para este autor que ponerte de cara al compromiso con tu vida. Todos somos mantiene ignorantes, motores de búsqueda, conocedores, y de alguna forma tenemos un sabio interior que, si lo escuchásemos, nos diría: Tu mayor responsabilidad no está orientada cara el afuera sino más bien cara ti, a fin de que alumbres tu vida con tu luz. Ese es tu compromiso más grande, adondequiera que vayas, con quienquiera que estés, pues ese eres . Shimriti emprende un viaje en tren que va convirtiendo el conocimiento de sí. Entiende que la sabiduría no es adquisición de datos y que la verdad es un don solo a predisposición de quienes son verdaderos. El acólito interroga al maestro: “¿Que es la iluminación?”. Y la contestación es un bastonazo en la cabeza. El profesor pregunta al discípulo: “;Que ves ahí?”. Y el acólito contesta: “Una montaña”. El profesor le queja otra vez y lo echa. Diez años después se hallan en exactamente el mismo sitio. El profesor vuelve a preguntarle: "¿Qué ves ahí?”. El acólito se detiene, piensa, duda; no sabe que responder; la contestación “una montaña” ya fracasó. No obstante, se resuelve a ser leal a su saber: “Una montaña", responde. El profesor, ahora, aprueba la contestación. El sabio desnuda la verdad. El intelectual sin sabiduría la cubre, la empapela con palabras a fin de que solo la comprendan los que juegan su juego. Donde ciertos fruncen el ceño, Bucay pone la risa. Donde otros usan el lenguaje hermético, Bucay utiliza nuestras palabras de todos y cada uno de los días. Donde otros complican para parecer mis inteligentes, Bucay facilita aceptando la acusación de los que se temen que muchos se aproximen al saber. En todos y cada libro, Bucay opera un desvío exactamente allá donde los procedimientos tradicionales de autoayuda fracasan: la receta mágica, la contestación única, la presunta solemnidad, la construcción de un lector fiel. Acá, en su doceavo libro, dramatiza, desarma y rearma con desenfado y profundidad la escena del saber, abriendo su camino a quien desee recorrerlo. Confirma, de esta forma, lo que afirmó alguna vez el cronista Luis Pérez refiriéndose a Jorge Bucay: “...alguien que escribe para la gente que ya no tiene quien le escriba”