En el verano de mil ochocientos noventa y dos Oscar Wilde escribió Una mujer sin relevancia, estrenada con enorme éxito en el teatro Haymarket el diecinueve de abril de mil ochocientos noventa y tres. El público, encantado, aplaudió de pie. Esta vez, recordando la mala impresión que había ocasionado la noche del estreno de El abanico de lady Windermere, el creador se incorporó en su palco y anunció humorísticamente: Damas y caballeros, lamento informarles que Oscar Wilde no se halla en esta sala. Una mujer sin relevancia es un retrato creíble, si bien parcial, de la sociedad victoriana finisecular. Wilde se adelanta a su tiempo en lo que el día de hoy forman indefectibles reivindicaciones femeninas y feministas cuya resolución no estaba tan clara entonces. Esta comedia teatral está dedicada a su madre, lady Jane Francesca Wilde, una ferviente patriota irlandesa que escribía "insurrectos artículos políticos" y poemas con el pseudónimo de "Esperanza". Paradójicamente, la insigne obra contraría la visión que su madre le asignaba al papel de la mujer. Wilde nos ha dejado un teatro donde las comedias no sus dramas como "Salomé" mostrarían con maestría su cáustico cinismo para desvestir la medula de su sociedad. De esta manera hallamos ejemplos en la presente obra, en el momento en que una Lady se protesta de que su nuevo marido le jura que era la única mujer que había conocido en su vida y sin revisar dicha aseveración, le cree. Mas entonces viene la decepción por el hecho de que averiguaciones urgentes le descubren que todo cuanto su marido le había dicho ¡era cierto! Sus sentencias enmarcadas en un complejo costumbrismo, engloban asimismo al matrimonio: "Los hombres se casan por el hecho de que están cansados; las mujeres, por curiosidad. Los dos se llevan una decepción"