La seducción de las palabras Alex GrijelmoPara los que les agrada el tema de las comunicaciones hete aquí un libro que repite exquisitamente los aspectos primordiales de la sicología del lenguaje y la comunicación social.El autor va mostrando la seducción natural o bien intencional que ejercitan las palabras en el comportamiento de las personas a través de ejemplos aclaradores.Los sonidos son la testera de las palabras y lo primero a lo que un humano es sensible con respecto al lenguaje. Los bebés perciben los sonidos de las palabras aun desde las etapas fetales en el seno materno.Los sonidos y la entonación van cautivando al oyente que es capaz de edificar relaciones entre sonidos y significados en la medida que va apropiándose del mágico esquema existencial propio de cada idioma. En su desarrollo histórico, las palabras van cargándose de connotaciones y evocaciones que el individuo recibe de manera inconsciente dando sitio a que las palabras se transformen, no tanto por sus significados, sino más bien con lo que evocan, en mecanismos de persuasión y manipulación.Grijelmo insiste en que el sonido envuelve a las palabras, las personaliza y hasta se podría decir que sufren de bipolaridad a raíz de matices de pronunciación o bien entonación. Resultan deliciosos y curiosos los ejemplos del autor para adentrarnos en la magia del léxico. De esta forma la vocal o bien se relaciona con la luz misma en palabras como lumbre, fulgor, alumbrar y luminaria, al tiempo que la vocal a se nos enseña blanca en palabras como ánima, clara, alba, cal y chopos.Uno tras otro, los episodios del libro muestran de qué forma los especialistas del lenguaje se apropian de los sonidos para manipular mensajes cariñosos periodísticos, promocionales y políticos.Los ejemplos tomados de la vida nacional de España nos recuerdan las jaiberías idiomáticas de las agencias promocionales, los propagandistas políticos y los jornales puertorriqueños. Acá, a los partidarios del colonialismo se les llama estadolibristas y a los anexionistas se les cataloga de estadistas propagándose una jerga para justificar el poder a través de el “proceso de creación de la aceptabilidad” descrito por JeanPierre Faye, o bien, inventándose palabras para explicar el llamado “gobierno por consentimiento”